Kiba
story
El castaño limpiaba con
tranquilidad una de las mesas de su sección. Ya estaban a punto de
cerrar por lo que no quedaba mucha gente en el local. Suspiró
cansado cuando terminó y miró a su alrededor observando el lugar
casi en completo silencio. Sonrió levemente al ver cada rincón del
lugar. Todavía le sorprendía el echo de llevar ya casi un año
trabajando allí. Aunque al principio no estaba muy seguro de ello y
comenzó casi por obligación, después comenzó a gustarle todo
aquello. Volvió a suspirar y se encaminó hacia los vestuarios para
poder quitarse el uniforme de trabajo, cambiarse a su ropa de calle y
así marcharse a casa. Ese día no trabajaba su amigo rubio y los
demás no habían podido venir así que le tocaba irse solo al
departamento.
Estaba a punto de cruzar
la puerta trasera para marcharse cuando oyó la voz de unos varones
fuera de esta. Esa era la parte que no le gustaba del trabajo.
Algunos de los clientes creían que podían acercarse de más por el
simple echo de que los meseros eran amables, sin entender que aquello
formaba parte de su trabajo y no era por propia elección. Si fuese
de aquella manera tanto su amigo como él no hablarían con ninguno
de ellos, tanto varones como mujeres, aunque en su caso era más bien
con las mujeres con las que no se llevaba bien.
Rodó los ojos exasperado
y abrió la puerta dispuesto a ignorarlos e irse de allí, pero nada
es como uno planea. Nada más dar un paso fuera fue recibido por 3
varones bastante altos y corpulentos, se notaba que iban al gimnasio,
que le sonrieron intentando ocultar el echo de que le estaban
observando el cuerpo de forma descarada.
-¿Necesitan
algo?-preguntó intentando ser respetuoso pero no era precisamente lo
que quería en ese momento. Estaba cansado y no tenía ganas de
aguantar a un trío de pervertidos descerebrados.
-Nos preguntábamos si te
gustaría ir a tomar algo con nosotros. Debes estar cansado de tanto
trabajar.-respondió uno de ellos mientras que los otros dos se
lamían los labios con lascivia.
-Lamento tener que
declinar su oferta puesto que como muy bien ha comentado estoy
cansado y solo deseo marcharme a mi casa a descansar.-respondió
formalmente. Sabía que estos tipos eran de los que se enojaban más
cuando los rechazabas con tanto respeto a cuando lo hacías de forma
brusca.
Ante aquella respuesta
observó como, efectivamente, sus rostros se tensaban y mostraban
algo de molestia.
-Bueno.... en ese caso
podemos acompañarte hasta tu casa.-comentó otro de ellos. El
castaño aguantó un suspiro molesto.
-Lo siento pero no será
posible.-respondió mientras comenzaba a caminar hacia la calle
principal ya que estaban en un callejón.
-¡Espera!-gritó el
tercero de ellos mientras le sostenía del brazo para
detenerlo.-¡Estamos siendo amables! ¿No querrás hacerlo por las
malas?-preguntó con la paciencia al límite.
El castaño frunció el
ceño y les observó bien. Suspiró y les sonrió lindamente para
seguidamente golpearle las partes bajas al que le estaba sosteniendo
del brazo.
-Mira.... estoy harto de
que inútiles como vosotros crean que pueden llevarme a la cama por
la fuerza. Qué os quede bien claro que la única razón por la que
os hablo en el local es porque es mi trabajo el hacerlo y... ¿sabéis
que? Me haríais un enorme favor si desaparecieseis de aquí. No sois
más que una molestia que por ser varones os creéis que podéis
conseguir lo que queráis. Pues para vuestra información si primero
pensaseis antes de hacer las cosas, estas os saldrían mejor.-les
dijo enfadado y se marchó de allí, dejando sorprendidos a los tres
hombres.
Con un gran enojo caminó
por las calles. Todavía era temprano así que había bastante gente
caminando por el mismo lugar que él. Suspiró para intentar
tranquilizarse y paró al observar la tienda que tenía en frente. Se
le había echo costumbre parar allí de camino a casa.
Entró y observó los
distintos objetos en venta al igual que a los distintos animales.
Sonrió al ver a los hámsters, los pájaros, los reptiles, los
gatos, etc. Caminó hasta llegar frente a los juguetes para perros y
su sonrisa se amplió al pensar que a su querido Akamaru le gustaría
alguno de ellos pero no podía comprar ninguno puesto que todavía
faltaba para que le pagasen en la cafetería. Suspiró resignado y
procedió a salir de allí pero al girar chocó contra alguien. Ambos
perdieron el equilibrio y cayeron el suelo. El doncel esperó caer
sobre el frío y duro suelo pero se sorprendió al notar algo más
caliente y agradable que el suelo. Abrió los ojos , que había
cerrado al esperar un duro golpe, y se sorprendió al encontrarse de
frente con el rostro de un varón.
Lo reconoció al
instante. Era un varón de 18 años con cabellos castaños, piel
pálida y los ojos no lo sabía puesto que llevaba unas gafas de sol
al igual que la mitad inferior de la cara era tapada por el cuello de
la chaqueta. Se sonrojó al saberse encima de uno de los empleados
del lugar o, para ser más precisos, de Aburame Shino, el hijo de los
dueños de la tienda.
Se levantó con una gran
rapidez y antes de que el mayor pudiese pronunciar palabra alguna se
disculpó por haberle derribado y salió casi corriendo de allí.
Mientras huía del lugar
se reprochaba su actitud tan infantil. Conoció al mayor hace unos
meses, cuando entró por primera vez a la tienda y decidió comprarle
algo a su perrito, el mayor fue quien le atendió. Reconoció que el
varón le llamó la atención por lo mucho que parecía saber de
animales cuando le oyó hablar con uno de los clientes pero entonces,
otro día que fue allí, le vio rodeado de mujeres. Se sintió un
poco decepcionado de que el único varón que le había llamado la
atención en todo lo que llevaba de vida era tan popular. Supuso que
este nunca se fijaría en él así que decidió que olvidaría todo
sobre el mayor. Ya no volvió a ir a la tienda pero un par de semanas
después le vio entrar en la cafetería donde trabajaba.
Afortunadamente para el castaño, se sentó en la sección de otro
trabajador así que no tuvo que atenderle, pero vio como había
quedado con una atractiva mujer con la que parecía llevarse muy
bien. Ver aquello le hizo rendirse definitivamente. Durante aquellos
días había pensado en que podría intentar acercarse al varón pero
ya no pensaba hacerlo para nada ahora que sabía que tenía novia.
Luego de aquel día el
doncel siguió con su vida aunque sus amigos se dieron cuenta de que
parecía algo despistado y , por qué no, decaído. El castaño
continuó sin ir a la tienda de animales para no ver al mayor pero
aquello se hizo absurdo cuando este iba casi cada tarde a la
cafetería. Así decidió que podría pasarse por allí pero
asegurándose de no acercarse al varón.
Los meses pasaron y ya
habían transcurrido cuatro desde que el menor le vio por primera
vez. Nunca habían hablado puesto que aunque el de gafas fueses
prácticamente todos los días a su lugar de trabajo nunca se había
sentado en ninguna de las mesas que el doncel atendía. A veces
sentía como si este le mirase pero luego pensaba mejor y se
convencía de que aquello era imposible, aunque una parte de él
deseaba que fuese él la razón de la visita diaria del varón al
local.
Durante esos cuatro meses
se percató de que cada vez le parecía más interesante y atractivo
el castaño y, también que no lo vio nunca más con aquella mujer
pero no quería hacerse falsas esperanzas. También notó que algunas
veces se reunía con un grupo de varones y parecían llevarse muy
bien por lo que supuso que eran amigos desde hacía algún tiempo.
Una semana más y por fin reconoció con sus amigos que había
alguien que le interesaba pero nunca mencionó nombre ni lo describió
físicamente. Aquello sorprendió a los demás donceles pero le
animaron y apoyaron, aunque su amigo Lee parecía algo pensativo
después de oír la noticia pero supuso que estaría pensando en
Neji, su recién adquirido novio.
Pasaron unos días más
hasta el mencionado encuentro con el castaño mayor. Dejó de correr
cuando se percató que ya estaba muy cerca de su apartamento. Cuando
habló con sus amigos aquel día decidió que intentaría acercarse
al varón pero al tenerlo tan cerca los nervios pudieron más. Se
maldijo internamente e ingresó a su casa, donde fue recibido por su
querida mascota. Le acarició con una sonrisa y al llegar a la sala
vio muy concentrado a su amigo rubio con algunos papeles. Su sonrisa
se amplió al ver lo mucho que se esforzaba a pesar de lo cansado que
parecía el menor por culpa de un trabajo que debía entregar. Le
saludó y después buscó con la mirada al resto. El rubio mayor
estaba en la cocina junto con el peliplateado y supuso que su
pelirrojo amigo estaría en la ducha puesto que podía oír el sonido
del agua al caer.
Volvió a suspirar y se
marchó a la habitación que compartía con el menor de los Namikaze,
necesitaba echarse un rato antes de ponerse con sus propios deberes.
Volviendo con el varón
después de que el castaño menor saliese corriendo. Suspiró para
seguidamente sentarse en el suelo. Cuando encontró al menor en la
tienda, por fin decidió hablarle. Estaba harto de solo mirarle
cuando trabajaba en la cafetería y cuando este iba a su propio
trabajo. Además, hacía unos días, se había enterado que a ese
lindo doncel que le llamó la atención desde el primer momento en el
que entró le gustaba alguien. No fue fácil dar con esa información
pero, después de casi suplicarle al novio de su amigo Neji, Lee que
le contase algo sobre su amigo castaño y que este por fin accediese,
resulta que lo primero que le dice es que a este parece ya gustarle
alguien. Estuvo a punto de ponerse a gritar de la frustración
después de oír aquello. Durante los siguientes días le observó
más detenidamente pero no parecía que nadie le llamase
particularmente la atención así que pensó que no sería un cliente
de la cafetería. Eso lo ponía en desventaja puesto que lo más
probable sería que fuese alguien de su instituto y él no iba al
mismo que el lindo doncel. Reconocía que si se hubiese acercado
antes al menor tal vez ahora no estaría tan preocupado pero
simplemente no tenía el valor de comenzar una conversación con
este.
Se removió el cabello
con frustración y se levantó para seguir con su trabajo. Después
de haber conocido al de ojos cafés sintió algo cambiar dentro suyo.
En aquel momento estaba saliendo con una chica pero decidió romper
con ella poco después de conocer al menor. A pesar de no saber ni su
nombre se dio cuenta que sentía algo muy diferente por él cuando le
veía y, aquello le hizo darse cuenta de que esa chica no le
interesaba de la misma forma que el castaño.
En realidad le sorprendió
bastante darse cuenta de que este trabajaba en aquella cafetería
cuando le vio el mismo día en que había quedado con ella para
romper. Pensó que esta se lo tomaría a mal pero pareció muy
comprensiva, además de que le animó a que conquistase al lindo
mesero. No supo cómo se había dado cuenta ella pero cuando le
preguntó esta solo rió, le dio un beso como despedida y se marchó.
Desde entonces a veces hablan y le pregunta como van las cosas e
incluso le ha gritado más de una vez por ser tan lento en actuar.
Siguió yendo a la cafetería solo o con sus amigos pero nunca tuvo
el valor de sentarse en su zona para que le atendiese él. Lo que no
podía evitar era mirarle fijamente durante mucho tiempo. La verdad
es que después de tanto tiempo no dudaba que el menor se había dado
cuenta y por eso había huido de esa forma. Se deprimió un poco al
pensar que aquella era la razón puesto que a él también le
molestaría que solo fuesen allí a mirarle fijamente sin luego
decirle nada.
Negó con la cabeza para
centrarse puesto que había un cliente preguntándole algo enfrente
suyo y él no había prestado la más mínima atención. Nada más
este se marchó fijó su vista en los juguetes para perros que tenía
a su derecha y sonrió. Siempre le veía mirándolos pero solo una
vez compró uno. Ese fue el día en que se conocieron. Su sonrisa se
amplió pero entonces frunció el ceño extrañado. Es cierto que
siempre le veía mirando esos juguetes pero para llegar a ellos hay
que pasar enfrente de los perros o dar una vuelta y pasar por la zona
de pájaros y reptiles, y el doncel siempre escogía este último. No
entendía muy bien eso. ¿Si le gustaban los perros porqué nunca
había mirado a alguno de ellos?
Se removió el cabello
frustrado al no encontrar una respuesta a esa pregunta. Tal vez si le
preguntaba a Lee este se lo diría pero a lo mejor era algo que debía
descubrir por si mismo.... no lo sabía pero en cualquier caso lo
averiguaría.
Asintió decidido a que
la próxima vez que le viese hablaría con él y seguidamente recogió
sus cosas para ir a hablar con el novio de su amigo. No quería que
le contase todo pero al menos un par de cosas sí que las necesitaba
saber.
Caminó con paso
tranquilo por las calles hasta llegar a un alto edificio de
apartamentos. Suspiró para armarse de valor y entró. Una vez llegó
enfrente de aquella puerta volvió a detenerse para coger aire y
llamó al timbre. No fueron más que un par de minutos después
cuando reconoció la larga cabellera castaña de su amigo. Este le
miró con sorpresa pero aún así le dejó pasar.
-¿Está tu
novio?-preguntó un rato después para romper el silencio.
-¿Para qué lo
quieres?-cuestionó a su vez su amigo, aunque por la sonrisa que
tenía en el rostro era claro que sabía para qué le quería.
-Necesito preguntarle
algo.-respondió después de suspirar.
-¿Es sobre
Kiba?-preguntó ahora otra voz a sus espaldas. El de gafas se tensó
pero asintió y se removió el cabello exasperado.
-Es solo.... que hay algo
que no entiendo y pensé que podrías decírmelo.-dijo por fin. El
doncel se sentó enfrente suyo y le miró detenidamente.
-¿Algo que no entiendes?
Si es lo de quién le gusta ya te dije que no lo sé. No nos ha dicho
ni su nombre ni su aspecto.-habló confundido.
-No es eso.-murmuró con
el ceño fruncido puesto que aquel tema no le gustaba para nada.
-¿Entonces?-preguntó
sin entender.
-Lo diré claro. ¿Tiene
algo en contra de los perros?-preguntó rápidamente. El moreno abrió
los ojos sorprendido y abrió la boca y la cerró un par de veces sin
saber muy bien qué responder.
-Primero....¿porqué
piensas eso?-cuestionó de forma seria y eso alertó a ambos varones
que se miraron entre si.
-Cuando va a la tienda
siempre mira los juguetes para perros pero.... nunca pasa por su
sección sino que hace un rodeo por otro pasillo, como si los
evitase.-respondió de igual forma. El doncel suspiró y miró para
otro lado pensando.
-No sé si tengo derecho
a contarte nada.-murmuró el menor con la mirada algo perdida.
-No quiero que me des los
detalles solo quiero saber si es algo serio.-dijo también en voz
baja el varón. El moreno le miró y asintió después de suspirar.
-Mira.... es verdad que
Kiba tiene un perro pero.... aunque parezca contradictorio.... al
mismo tiempo le tiene pavor a estos.-le dijo seriamente. Ambos
varones le miraron sin entender y fue su pareja la que habló,
después de sentarse en el posa-brazos del sillón en el que se
encontraba el menor.
-¿Cómo puede ser
posible que tenga un perro pero al mismo tiempo les tenga miedo a
estos?-preguntó sin entender.
-Es algo complicado. Al
único que permite que se le acerque es a Akamaru y eso es porque han
estado juntos desde pequeños. En cuanto al resto.... no importa el
tamaño que tengan no soporta tenerlos cerca.-respondió y suspiró
frustrado al no saber muy bien cómo explicarlo.
-Solo responde a esto....
¿pasó algo grave?-preguntó el de gafas mirándole seriamente. El
moreno asintió pero cuando el mayor se levantó para marcharse
susurró algo que le dejó estático.
-Tanto como para que
estuviera a punto de morir.-murmuró mirando hacia el suelo y
apretando la mano de su pareja con fuerza.
-¿Cómo?-preguntaron
ambos sorprendidos y preocupados. Uno por el semblante de su pareja y
el otro por el que sería su futura pareja.
-No puedo contar a
detalle pero.... Kiba estuvo a punto de morir por unos perros de
presa.-dijo sin mirarlos.
-¿Cuando?-cuestionó el
mayor.
-A los 7 años. Todos....
llegamos al orfanato por distintas razones pero.... Kiba llegó allí
porque Akamaru lo encontró cerca y.... si no hubiese sido por eso...
él habría muerto.-explicó mordiéndose el labio inferior. Ese tema
era algo que a ninguno de sus amigos ni a él les gustaba recordar.
-Vale.... gracias por
decírmelo.-susurró el castaño y seguidamente se marchó de allí,
pensando en lo que le había contado el moreno.
-¿Estás bien?-le
preguntó el castaño a su doncel.
-Si.... es solo que no me
gusta recordarlo.-dijo y le miró con cariño.
-Tranquilo..... gracias
por contarle un poco a pesar de no querer recordarlo.-le susurró al
oído para luego besarle con ternura.
-¿Qué crees que hará
ahora?-preguntó preocupado a su seme.
-Conociéndole.... no
parará hasta saberlo todo... pero solo si tu amigo quiere
contárselo.-respondió y se sentó al lado del menor para abrazarle.
Después de aquella
conversación pasaron un par de semanas en las que el moreno no dejó
de pensar en todo aquello. Sabía que no tenía derecho a preguntarle
al castaño directamente puesto que todavía no habían hablado así
que primero intentaría acercarse al menor.
Se encontraba en la
cafetería a la misma hora de siempre pero esta vez se armó de valor
y se sentó en la zona del doncel. Esperó unos minutos y por fin lo
tuvo a su lado, echo que provocó que comenzase a ponerse nervioso,
aunque no lo demostró en su rostro.
Después de terminar su
tarea le contó a sus amigos lo que había pasado en la tienda puesto
que le veían bastante distraído. Estos se sorprendieron, no solo de
descubrir quién era el famoso varón, sino de la actitud de su
castaño amigo. Este nunca se dejaba llevar por el nerviosismo, sino
que era muy directo, pero esta vez había sido incapaz de superar la
timidez. El rubio menor le sonrió y le animó a que a la próxima
conseguiría hablar con él, que no se preocupase. El pelirrojo solo
le guiñó un ojo y le dio un pequeño golpe en el hombro, en forma
de ánimo. Los mayores simplemente sonrieron y Hidan le dio un abrazo
mientras que Deidara un pequeño beso en la frente.
A continuación mandaron
a los tres menores a dormir mientras ellos terminaban de limpiar los
trastes de la cena. Tardó un poco en conciliar el sueño pero se
encontraba algo más relajado después de los ánimos de los chicos
así que rápidamente se hizo a la idea de que a la próxima las
cosas irían mejor.
Así pasaron un par de
semanas en las que el varón no se presentó en la cafetería y el
castaño pensaba que había sido culpa suya por huir de aquella
forma. Suspiró mientras limpiaba una de las mesas y en aquel momento
sonó la campana de la puerta. No quiso hacerse ilusiones pero abrió
grandemente los ojos al verlo allí. Sonrió levemente y esperó a
que se dirigiese a su mesa de siempre pero eso no pasó. El varón se
sentó por primera vez en su sección. Tardó un par de minutos en
asimilarlo y después de que su rubio amigo le diese un codazo para
que fuese allí y le animase, él suspiró y caminó hasta la mesa
del moreno.
Tenerlo enfrente suyo le
puso nervioso pero intentó que no lo notase. Estaba en su trabajo y
no podía dejar de ser profesional, por mucho que quisiera salir
corriendo o desmayarse de los nervios.
-Buenas tardes. Mi nombre
es Kiba y seré yo el que lo atienda. Aquí tiene la carta pero si ya
sabe lo que quiere pedir no dude en decírmelo.-habló educadamente y
logró no tartamudear lo cual consideró un logro puesto que sentía
la boca completamente seca.
-Café solo y unas
galletas de canela, gracias.-respondió este con una sonrisa en el
rostro aunque el menor no pudo verla por el cuello del jersey.
-Entendido. En un momento
se lo traigo.-dijo haciendo una reverencia para luego marcharse. Una
vez alejado suspiró para tranquilizar a su acelerado corazón. La
verdad es que no sabía si había sido su imaginación o no, pero
notó el tono de voz muy amable y cariñoso. Negó con la cabeza para
quitarse esa idea y después de volver a suspirar dio la orden y
mientras esta se hacía fue a atender a otros clientes.
Por otra parte el mayor
no dejaba de mirar todas y cada una de las acciones del doncel. Se
había dado cuenta del nerviosismo de esta a la hora de atenderlo y
le pareció realmente tierno. Sabía que no podrían conversar mucho
pero al menos ya había algo de contacto. En cuanto este volvió con
su orden le sonrió y le dio las gracias y, podría jurar, que vio
las mejillas del contrario sonrojarse un poco. Aquello lo alentó
puesto que al menos no parecía serle indiferente al castaño.
Pasó la tarde y ya era
hora de que se fuese así que se levantó después de pagar y se
disponía a irse cuando recordó algo. Adentró su mano en el
bolsillo de su chaqueta y a continuación se marchó de allí con una
sonrisa en el rostro.
Cuando el castaño le vio
marcharse se sintió un poco decepcionado ya que no había podido
hablar mucho con él. Fue a su mesa para recoger la cuenta y se
sorprendió al encontrar una pequeña cajita sobre esta. Miró hacia
la puerta pero el mayor ya no se encontraba allí. Un poco dudoso la
cogió pero antes de poder abrirla y ver qué había dentro, le
llamaron de otra mesa. Guardó el pequeño objeto en su bolsillo,
cogió el dinero y después de dárselo al de la caja se dirigió
hacia donde le necesitaban.
Desde su lugar el rubio
sonrió al ver aquello. Al parecer su amigo era correspondido puesto
que había visto las reacciones de ambos y eso le hacia muy feliz.
Esperó a que todos se marchasen y mientras ellos se cambiaban
decidió preguntarle.
-¿Y?-preguntó
quitándose la camisa.
-¿Y qué?-preguntó
confundido mientras le miraba.
-¿Qué fue lo que te
dio? Todavía no lo has abierto ¿no?-le recordó y eso hizo
enrojecer al contrario.
-Seguro que se le olvidó,
no es como si lo hubiese dejado a propósito.-comentó el castaño
mientras sacaba la cajita de su bolsillo.
-A otro perro con ese
hueso porque yo vi como lo dejaba expresamente antes de irse.-le dijo
divertido.
-¿En serio? Pero aunque
lo dejara a propósito podría ser para otra persona.-comentó
mirando con duda la caja.
-Estaba en tu sección
por lo que sabía que serías tú quién recogería la cuenta. Vamos,
ábrelo de una vez.-le animó y con un poco de duda el castaño lo
hizo. Su rostro mostró sorpresa y no pudiendo evitarlo el rubio miró
dentro.
-¿Un dije?-preguntó
algo confundido pero recibió la misma mirada de duda por parte de su
amigo. Observó con detenimiento la caja y vio un papel blanco
sobresaliendo de debajo de la tela.
-¿Y eso qué
es?-preguntó ahora el de ojos castaños. El rubio solo sonrió y
soltó una leve risita para pasarle el papel.
-Léelo.-le animó y este
lo tomó dudoso.
“Kiba.... sé que
parecerá extraño pero.... la razón por la que solo dejé el dije
fue.... que pensé que quizás te molestaría recibir un collar o una
pulsera ya que no he visto que uses ninguno de los dos, así que....
decidí que solo te daría el dije para que pudieses decidir cómo
llevarlo. Bueno, en caso de que decidas hacerlo. Tal vez creas que es
un atrevimiento por mi parte y decidas tirarlo pero tengo suficiente
con saber que te lo dí. Lo que hagas con él es decisión tuya.”
El doncel miró otra vez
el dije y sonrió levemente. Era una pieza de plata pura en forma de
la huella de un perro y en la parte de detrás había algo inscrito:
“I love...” le sorprendió
que lo dejase inconcluso pero se sonrojó cuando en su mente completó
la frase sin dudar.
El
ojiazul sonrió al ver el semblante de su amigo.
-¿Y
bien? ¿Piensas usarlo?-le preguntó aunque ya sabía la respuesta.
El castaño solo asintió sin dejar de sonreír ni de mirar el dije.
Después
de eso ambos se encaminaron hacia su departamento hablando, aunque
era más bien que el rubio se estaba burlando de su amigo por todo lo
que había pasado, mientras que este solo le respondía sonrojado a
más no poder.
Al
llegar todos tuvieron curiosidad y no dudaron en interrogarle.
Evidentemente el rubio no tuvo ningún reparo en contarlo todo,
dejando otra vez al castaño con las mejillas coloradas a más no
poder.
Esa
misma noche, cogió un par de cuerdas negras y una plateada para
hacerse una pulsera con el dije. Cuando terminó le pidió al
pelirrojo que se la anudase el cual no se negó. Después casi no
pudo dormir al no dejar de observar el pequeño objeto en su muñeca
pero la sonrisa no había desaparecido de su rostro en ningún
momento.
Volvieron
a pasar un par de días para que se volviesen a ver. La verdad es que
el varón estaba algo nervioso por cómo se habría tomado el castaño
su regalo así que no había tenido el valor de volver a la
cafetería. Sus amigos se cansaron de verle tan ausente en clase así
que en esa tarde de viernes le arrastraron hasta allí. El varón
estaba nervioso y eso que no estaban en la zona del doncel sino en la
de su amigo rubio, pero aún así seguía sin poder mirar al
contrario para ver si llevaba o no su regalo. Estaba tan metido en
sus pensamientos que solo reaccionó cuando notó un golpe en su
cabeza.
-Oh,
vaya.... lo siento mucho.-comentó el rubio ojiazul pero con una
sonrisa divertida.
-No
pasa nada...-murmuró algo adolorido por el golpe, además de que
sentía la mirada aniquiladora de su amigo azabache.
-Realmente
lo siento.-volvió a decir y se acercó hasta casi rozar sus labios
con su oreja.- Su muñeca derecha.-le susurró para después
separarse, sonreírle y marcharse.
El
mayor no entendía nada pero sintió un duro golpe en su cabeza de
nuevo y pudo observar la mirada asesina de su amigo sobre él.
-¿Qué.Fue.Eso?-preguntó
enfatizando cada palabra. Estaba que se subía por las paredes al ver
como el rubio se había acercado tanto a su amigo.
-¿Muñeca
derecha?-susurró el de gafas extrañando a sus compañeros.
-¿De
qué hablas?-volvió a preguntar el azabache.
Cuando
este iba a responder sintió como alguien paraba a su lado. Volteó y
se encontró con el castaño y pudo observar las mejillas coloradas
del menor.
-Este....
emm....-murmuró sin saber qué decir. Giró un poco y la mirada del
rubio topó con la suya, dándole ánimos.
-¿Si?-preguntó
el mayor. El doncel cogió aire y lo exhaló para después mirarle,
aumentando su sonrojo.
-Gra-Gracias....
por el.... regalo.-susurró nervioso mientras pasaba su mano derecha
por su cabello. Ahí es cuando el mayor pudo ver un pequeño brillo y
se sorprendió al reconocer lo que era.
-Yo....-intentó
decir algo pero fue interrumpido por el menor.
-Eso
era todo. Adiós.-dijo atropelladamente y salió huyendo en dirección
a la cocina.
Tardó
unos segundos en asimilar lo que había pasado pero entonces sonrió
feliz. Sus amigos no terminaron de entender nada hasta que susurró
algo.
-Lo
lleva puesto....-murmuró feliz. El resto se miraron y sonrieron
levemente, felices por su amigo.
Ese
día marcó el inicio de su relación. Tal vez no salían formalmente
pero el varón iba todos los días a la cafetería y era atendido por
el castaño. Los días en que este estaba solo porque su amigo no
trabajaba, él se quedaba y le acompañaba a casa. Comenzaron a
hablar más, sobre sus gustos y todo tipo de cosas y ambos estaban
felices de estar cada vez más cerca del otro.
Así
pasaron un par de meses hasta que el mayor por fin decidió pedirle
salir en serio. Caminaba apurado ya que había tenido que ayudar a
sus padres a hacer inventario. Su castaño debería de haber acabado
ya su turno y le estaría esperando, aunque era realmente tarde
puesto que ya había oscurecido, por lo que quizás se habría
marchado ya.
Suspiró
y llegó a la cafetería pero como supuso esta se encontraba ya
cerrada. Se acercó al callejón y caminó hasta la puerta de
empleados pero no parecía que hubiese nadie. Suspiró y comenzó a
caminar para irse de allí pero entonces oyó algo que no le hizo
mucha gracia.
-¡No
por favor! ¡No te acerques!-gritó una voz que reconoció al
instante y sin dudarlo entró en el local.
Un
rato antes el castaño había terminado de limpiar y ya se había
cambiado el uniforme pero cuando estaba por salir, su jefe le llamó
y le pidió que esperase a que todos se marchasen para cerrar puesto
que él tenía una reunión y no podía hacerlo. El doncel suspiró
cansado pero accedió, después de todo era su jefe y no podía
negarse. Salió un momento para ver si el varón ya había llegado
pero se sorprendió al ver que no era así. No era como si hubiesen
quedado, era simplemente que de alguna forma se había vuelto rutina
el volver juntos cuando su rubio amigo no estaba.
Decidió
no preocuparse demasiado. Quizás el mayor tenía algo que hacer y no
pudo ir, aunque le habría avisado de ser así....
Sacudió
la cabeza para dejar de pensar en ese tipo de cosas. De seguro que
estaba bien, no había nada por lo que preocuparse. Suspiró y
observó como el lugar estaba completamente vacío. Terminó de bajar
las persianas de la entrada y apagó las luces. Después caminó
hasta el vestuario para coger sus cosas y salir pero primero recordó
que también tenía que sacar la basura.
Dejó
su bolsa en la entrada de atrás y volvió a la cocina. Cogió la
bolsa de basura y la llevó como pudo hasta el contenedor que había
en el callejón. Cuando volvió vio la puerta abierta y su bolso no
estaba, lo que se le hizo extraño ya que recordaba haberlo puesto
ahí hace un momento.
Miró
a su alrededor y al no verlo suspiró para volver a entrar. A lo
mejor estaba paranoico y simplemente no lo había cogido.
Llegó
al vestuario pero tampoco lo encontró ahí. Volvió a suspirar y
caminó hasta la cafetería donde tampoco encontró nada. Giró de
nueva cuenta y casi grita del susto.
-¿Qué
hacéis aquí?-preguntó algo exaltado. Allí se encontraban los tres
tipos de hace tiempo. Desde que les rechazó no los había vuelto a
ver así que pensó que se habían rendido.
-Vaya....
ha pasado un tiempo y ¿eso es lo primero que dices?-habló con sorna
uno de ellos.
-¿Qué
queréis?-volvió a preguntar asustado, pero no de ellos, sino de lo
que traían.
-¿Oh?
Parece que no te gusta nuestro amigo.-dijo el segundo mirando como el
doncel retrocedía ante el gran doberman que traían atado con una
correa.
-Hmp.
Dijiste que teníamos que pensar bien antes de hacer algo así que
seguimos tu consejo.-explicó el tercero también divertido.
-Así
que te observamos y nos dimos cuenta de que no te gusta tener perros
cerca.-comentó divertido el segundo.
-Si
eres bueno y haces lo que decimos nuestro amigo no se acercará a ti
en lo más mínimo. ¿Qué dices?-preguntó con una sonrisa torcida
el primero.
El
castaño miró a todos y cada uno pero centró su mirada en el
animal. Parecía bastante agresivo, lo cual no le extrañó ya que
esa raza tiende a volverse de esa forma dependiendo del trato del amo
y estaba seguro de que esos tres no le habrían tratado muy bien.
-¿Y
bien?-preguntó impaciente uno de ellos.
-¡Ni
hablar!-gritó el castaño.
-Mmm....
ya veo.-comentó otro y a continuación dejó ir la correa del perro.
El doncel se asustó y retrocedió unos pasos mientras que el animal
le observaba con detenimiento. Pronto comenzó a gruñir y por acto
reflejo el castaño tembló.
-¡No
por favor! ¡No te acerques!-gritó cuando este comenzó a avanzar.
El animal comenzó a ladrar y el menor cayó al suelo temblando sin
poder evitarlo, mientras lágrimas comenzaban a salir de sus castaños
ojos..
-¡Jajajajaja!
¿Has visto? ¡Está completamente aterrado!-rió uno de los varones.
-¡Tendrías
que haber aceptado el trato!-dijo otro mientras daba la orden y el
perro comenzó a acercarse el doncel.
Este
solo cerró los ojos y esperó al dolor que sabía que vendría pero
solo escuchó un gruñido y como el perro salía corriendo. Abrió
los ojos y se sorprendió a quién vio enfrente suyo, que aunque
estaba de espaldas sabía quién era.
-¿Shino?-preguntó
sorprendido.
-¿Estás
bien Kiba?-preguntó el varón una vez giró y se agachó para
mirarle a los ojos.
-S-si...-susurró
y se sintió mejor al sentir como el mayor le acariciaba la mejilla
son su mano, pero entonces notó algo húmedo. Miró hacia abajo y
observó como el brazo izquierdo del moreno estaba sangrando.
-¡Sh-Shino,
tu brazo está...!-gritó pero no pudo acabar la frase ya que unos
labios contra los suyos se lo impidieron.
-Estoy
bien.... en realidad me alegra que no te pasara nada a ti.-dijo una
vez se separaron a la vez que le sonreía con dulzura.
-Pero...
debe dolerte.-susurró el menor preocupado y algo avergonzado por el
beso.
-Dolería
más si no hubiese impedido que te hicieran daño.-comentó sin dejar
de sonreír, aunque había empezado a arderle la herida.
-Ellos....-comenzó
pero vio como los tres varones estaban en el suelo inconscientes.-
¿Como has...?
-Jejeje
¿con quién crees que Neji practicaba kárate?-preguntó divertido.
-Eso
ahora da igual. ¡Tenemos que llamar a una ambulancia!-gritó
preocupado al ver como el sangrado no se detenía.
-Coge
mi teléfono y llama a Sasuke. Así será más rápido.-dijo para
luego sentarse y apoyar la espalda en la barra del lugar. La verdad
es que comenzaba a sentirse cansado. Oyó la voz del castaño
llamarle pero poco a poco todo se iba quedando negro hasta que ya no
sintió nada.
Despertó
gracias a la luz del sol que le daba directamente en la cara. Miró a
su alrededor desorientado y entendió que estaba en el hospital.
¿Pero en el hospital porqué? Se preguntó. Intentó mover el brazo
izquierdo pero no podía, así que intentó con el derecho pero notó
un peso extra. Miró en esa dirección y observó una cabellera
castaña sobre la cama. Comprendió quién era y cuando miró su
mano, notó como el de marcas la tenía sostenida con una de las
suyas. Sonrió con dulzura y fue entonces que oyó la puerta abrirse.
-Ha
estado aquí desde que te trajeron.-dijo la voz de la señora Uchiha.
-Ya
veo...-susurró sin dejar de ver al doncel.
-Tu
brazo está bien. La herida no ha sido tan profunda aunque tuvimos
que darte algunos puntos. Además te pusimos la vacuna contra la
rabia por si acaso. Si te sientes mal no dudes en decírnoslo.-explicó
la mujer con dulzura aunque sin quitar la seriedad del asunto.
-De
acuerdo. ¿Qué hora es?-preguntó pero sin mirarla.
-Las
diez. Tus padres están fuera pero supongo que primero querréis
hablar vosotros dos.-supuso y solo obtuvo un asentimiento de cabeza
por parte del menor. Sonrió y salió de allí para dejarles
intimidad.
-Eres
un idiota.-susurró una voz que hizo sonreír al varón.
-Si...
soy un idiota por ti.-susurró también.
-¡No
te lo tomes a broma! ¡¿Sabes lo preocupado que estaba?!-gritó
alzando la cabeza, mirándole con lágrimas recorriendo su rostro.
-Lo
siento.... pero no podía dejar que te pasase nada.-susurró con
dulzura.
-¿Porqué?-preguntó
mirándoles a los ojos.
-Por
que te quiero Kiba.-respondió con sinceridad.
-Idiota...-murmuró
el menor para darle un suave beso en los labios.
Estuvieron
en silencio hasta que los padres del varón entraron riñendo a este
por su descuido. A este poco le importó lo que le dijeron y
simplemente aprovechó para presentar a su novio ante ellos. Este se
sonrojó y les pidió disculpas ya que el moreno se había hecho daño
por ayudarle. Al enterarse de toda la historia los mayores suspiraron
y simplemente abrazaron al menor para darle la bienvenida a la
familia, al igual que le pidieron que no se culpase por lo que había
sucedido.
Sin
más salieron y volvieron a dejarlos solos. El castaño estaba
recostado en el lado derecho del varón con la cabeza apoyada en su
pecho, mientras que este le rodeaba la cintura con su brazo sano.
-Hey
Kiba....-llamó el varón al doncel.
-Dime.-susurró
este mirándole desde abajo.
-¿Te
parece que te ayude a superar tu miedo a los perros?-preguntó algo
inseguro. Tampoco quería forzarle.
-Si
es contigo estoy seguro que podré superarlo.-respondió con dulzura
al ver la inseguridad en los ojos ajenos pero pronto cayó en
algo.-¿Cómo sabías que me daban miedo? Nunca te lo dije.-comentó
mirándole con sospecha.
-¿Prometes
no enojarte?-preguntó y recibió un asentimiento del menor.- El día
que chocamos y huiste, días antes de darte el dije, me di cuenta de
que a pesar de que mirabas accesorios y juguetes para perros en la
tienda, siempre evitabas pasar por delante de estos. Quise saber
porqué y fui a preguntarle a tu amigo Lee.-explicó.
-¿Qué
fue lo que te dijo?-preguntó con temor el menor.
-Solo
dijo que habías tenido un accidente y casi mueres. No quise
obligarle a que me contase todo con detalles así que pensé que si
algún día confiabas en mi lo suficiente como para contármelo, yo
te escucharía hasta el final.-dijo mirándole a los ojos. El doncel
vio la sinceridad en los orbes ajenos y bajó la mirada hasta apoyar
otra vez la cabeza en el pecho ajeno.
-Cuando
era pequeño.... mi padre siempre salía de viaje y yo me quedaba con
mi madre y mi hermana en casa. Al principio todo era normal pero un
día mi madre se enfadó diciendo que no soportaba que mi padre
pasase todo su tiempo conmigo cuando volvía y que a ella no le
hiciese el más mínimo caso. Comenzó a maltratarme, tanto verbal
como físicamente, y al principio mi hermana me defendía pero....
poco después de cumplir los 7 años.... ella invitó a un chico que
le gustaba a la casa pero al parecer a este le interesé yo. A esa
edad a mi no me interesaban los chicos así que lo rechacé sin saber
lo que ella sentía por él.... Ahí es cuando ella se unió a mi
madre.-comenzó a explicar.
-¿Tu
padre se enteró de lo que hacían?-preguntó preocupado mientras
acariciaba la cabellera del contrario.
-Si....
un día que volvió antes vio las marcas que tenía. Se enfadó y
discutió con ellas y ahí fue cuando le pidió el divorcio a mi
madre. Comenzó a hacer las maletas para irnos lo dos pero ella no lo
soportó, no quería que él se fuese y mucho menos conmigo.-siguió
pero paró porqué había comenzado a hipar.
-¿Qué
tienen que ver los perros con esto?-preguntó preocupado por su
doncel.
-La
familia de mi madre siempre se ha dedicado al adiestramiento de
perros de caza y de presa así que cuando vio que mi padre la dejaba
para irse conmigo..... dio la orden a estos para que nos atacasen.
Recuerdo comenzar a correr mientras oía a mi padre gritarme que no
parase por nada pero como solo era un niño me cansé bastante
rápido.... Nuestra casa estaba rodeada de árboles y pronto me
perdí,sin saber hacia donde ir y con los perros detrás. En un
momento tropecé y caí al suelo, y cuando me di cuenta estaba
rodeado. Estaba tan asustado que solo cerré los ojos esperando que
me matasen o que alguien me ayudase. Fue lo primero.-dijo temblando
al recordarlo.
-Kiba...-susurró
con amor y abrazó mas fuertemente al menor.
-Solo
sentí como me dolía todo y simplemente caí inconsciente. Cuando
desperté estaba en la cama vendado y había un hombre castaño
sentado al lado. Me explicó que me habían encontrado gracias al
perro del lugar y aunque me asusté cuando este entró en la
habitación y quise que se marchara... este no me dejó ni un solo
día. Se quedó en la puerta de mi habitación procurando que no
hiciese nada raro y... poco a poco acepté que se me acercara, hasta
el punto de que comenzó a dormir a mi lado. Mi pierna estaba
bastante mal al igual que mi estómago, donde tenía una gran herida,
pero aún así me recuperé bastante bien. Lo único que queda de eso
son las cicatrices que tengo pero a parte de eso estoy bien, aunque
sigo sin poder estar cerca de cualquier tipo de perro, sobretodo si
son grandes y de razas dominantes.-terminó de explicar pero algo más
calmado al sentir el calor que desprendía el cuerpo del mayor.
-Gracias
por contármelo.-murmuró el mayor sobre su cabello.
-Gracias
por escucharme.-dijo de igual forma el menor.
-Te
amo Kiba.... incluso más que antes y estoy seguro que seguiré
amándote cada vez más.-le dijo mirándole a los ojos.
-Idiota....
yo también te amo Shino.... y no dudo de que así seguirá por
siempre.-susurró para después besarle con cariño.
Cuando
se separaron ambos se sonrieron pero oyeron unos sollozos procedentes
de detrás de la puerta y fue ahí cuando los padres del varón
volvieron a entrar corriendo para abrazar al doncel mientras
lloraban.
El
castaño solo se rió cuando sus suegros comenzaron a amenazar a su
novio sobre lo que le harían si alguna vez le hacían cualquier tipo
de daño, mientras que este alegaba que primero se cortaba las manos
y la lengua que hacerle daño.
Bueno....
es verdad que su familia resultó acabar mal pero.... ¿quién decía
que no podría formar una con ese varón al que adoraba y con el que
procuraría que todo saliese bien?
......
FIN ......
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